domingo, 4 de octubre de 2009

Hasta el fin del mundo, por favor



¿Que si conociésemos todos los rincones de la Tierra? ¿No es a lo primero que apuntamos cuando nos tientan a imaginar que poseemos una cantidad infinita de dinero? Si, esos abstractos papeles con la estampa de un personaje también imposible nos permitirían ir a la primera aerolínea y comprar todas las salidas posibles a la cárcel maternal. Pensamos que aquellas fugas no podrían terminar jamás, por el simple hecho del horizonte infinito y sus interminables escondites. Pero, ¿y si aquel paseo no fuese tan eterno como suponíamos? Entonces sí se acabaría la diversión.

Creer que ya nada podría sorprendernos podría transformarse en algo más que una pesadilla. Al menos un sueno desagradable seria mejor que la nada, al igual que un mal pensamiento supera con creces a aquel que se encuentra vacío y sin esperanza.

Sin embargo aunque exista el miedo a la rutina y a que caduque nuestro boleto no esperamos al crepúsculo para presenciar el final de otra aventura sino que reímos, lloramos y nos sorprendemos ante cada haz de luz perdido de aquella poderosa fuente de energía. Solo planeamos el mañana, seguros de que las sombras no podrán capturarnos, nos sentimos feroces, bravos, invencibles.

Aquellos escapes jamás acabarán pues nuestra insignificancia nos permite el disfrute de vastos paraísos, que sabemos concientemente nos estarán esperando, para quemar una nueva laminaron su destino impreso y grabar en nuestras memorias inolvidables paisajes, personas, sonidos, visiones y sabores; mientras que las texturas se nos adhieren al cuerpo, corrompiéndonos hasta enloquecer.


Ailén

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