Qué bueno que mi vida no se rige por el Carpe Diem, sino no podría seguir soñando.
Ailén
Estoy leyendo un gran libro de economía, y no lo digo por su contenido (no tengo la agudeza y el pensamiento económico capaz de calificarlo – además de que apenas lo empiezo y dudo terminarlo – ) sino porque tiene unas casi mil páginas; por el amor de..!! Lo interesante es que estoy más que segura: pertenecía a una mujer. Pero pongo en duda realmente su procedencia étnica, pues el libro fue impreso en España aparentemente en 1993 y la biblioteca del Congreso lo consiguió en el ’96 (según una inscripción a mano alzada al final junto con el sello distintivo). Qué curioso, salía menos de $50, una ganga. Un libro de este porte hoy en día no se encuentra por menos de $200. Vuelvo a la mujer. Estoy segura de que estuvo en manos de una mujer, y una muy enérgica, al parecer por sus trazos gruesos subrayando las partes más relevantes (sin regla por supuesto, no había tiempo de femineidades). Al principio se me viene una imagen de alguien más bien hippie pues cada subtítulo de su interés está no solo subrayado sino también acompañado de una simpática flor; qué ocurrente esta muchacha. Pero luego me desilusiono y veo que no puede haber sido alguien así estudiando economía, alguien tan interesada, subrayando, completando los espacios en blanco, trazando círculos en las palabras clave, como si todo luego entrase por los ojos. Pero también pienso en mí, que no tengo nada que ver con la materia y estoy leyéndolo en este momento (bueno, en el momento anterior, antes de distraerme en esta hoja como suele pasarme bastante seguido) por obligación a un programa universitario. Y entonces.. tal vez sí era de una afeminada muchacha, distraída y estudiante como yo. Lo confirmo: el libro es un desastre, por poco y las tapas no se le divorcian; yo acabo de volcar una importante cantidad de agua en la página 33, qué descuido, qué cabeza. Ella era igual, ella era igual. O es todo un intento de consagrarme con la lectura. A quién miento, nunca lograré la catarsis, ¡denme mi libro de Coetzee!
Ailén
Meandros de recuerdos y sumas de arrepentimientos. Y dudas, muchas dudas. A veces uno se pregunta ¿Qué estaba pensando cuando le dije que sí? Mon dieu, sí que estaba loca. Menos mal que uno madura porque sino serían tropiezos tras tropiezos. Sin embargo mi verdor no tardó en llegar, como tampoco tú. Tranquilidad. Ahora nada puede arruinarlo.
Ailén
Se me escapa la música por las orejas. ¡Atrápenla! No quiero quedarme sola de nuevo.
Ailén
Un sistema de desvínculo: El buey solo bien se lame.
El prójimo no es tu hermano, ni tu amante. El prójimo es un competidor, un enemigo, un obstáculo a saltar o una cosa para usar. El sistema, que no da de comer, tampoco da de amar: a muchos los condena al hambre de pan y a muchos más condena al hambre de abrazos.
Galeano, Eduardo. El libro de los abrazos. Buenos Aires: Catalogos, 2003
¿Nunca se dieron cuenta de que el hombre es una maquina creadora sorprendente? Es claro: insuperable.. Y siempre tiene la misma rareza: la creación de un personaje. Ya sea o no explicito, el creador se esconde debajo de su obra para dar paso a su maravilla y que esta deslumbre al publico. Deja que este revele la novedad, para que los absorba, para que deseen conocer más y mas. Los interlocutores se ocultan en la música, el cine, la publicidad, el arte, en la literatura. Seguramente surjan de lo inesperado, como mascaras autómatas. Pero lo que cuenta es que sirven, pues transmiten lo que de otra forma nunca se mostraría tal cual el deseo del innovador. ¿Por qué? Porque somos cobardes, y preferimos que aplaudan a nuestras ficciones y se conmuevan con nuestros inventos.
Ailén
Entre la novela y la vida hay la misma diferencia que entre el sueño y la vigilia: el escritor cambia, disfraza la realidad para ejecutar actos infinitamente deseados. Y, como en sueños, esos cambios, esos disfraces, son casi siempre inconscientes.
Ernesto Sábato, Heterodoxia. Buenos Aires: La Nación, pag 23.
Mira sus ojos. ¿Acaso no es perfecto el bamboleo de sus parpados cuando se hace el distraído? Admítelo, te vuelve loca. Sin embargo te cuesta asimilarlo en el momento y lo piensas mucho después; te arrepientes de no habérselo dicho ni bien fijó su mirada en la tuya, firme y sin preocupaciones. ¿Porque no se lo dices? Si puedes decirle cualquier cosa. Puedes decirle que te bese frente a miles de personas y que baile contigo un vals aunque el rock & roll estalle las paredes.
Ailén
¿Escuchas la cantidad de risas que nos han acompañado?