domingo, 30 de marzo de 2014
jueves, 24 de marzo de 2011
Fuera de órbita

¿Para quén escribis, tonta? Para él, para él. ¿Pero quién es el? ¿Él es mejor que yo? Él es el tiempo, escribo para que me recuerde. Si el no tiene alma ni memoria, ¿cómo va a hacer para recordarte? Estás fuera de órbita nena. Fuera de órbita, fuera de órbita… mmm suena bien para un título de “algo”. Esos “algos” siempre terminan siendo nada. ¿Del polvo venimos y al polvo vamos? No, esa frase guarda demasiados dobles sentidos y no me gusta, usa otra. ¿From the cradel to the grave? En inglés siempre todo suena mejor. Como el librito que leíste en el secundario de inglés. Sí, una porquería, me costó un montón leerlo aunque seguro que lo agarro ahora y es una papa. Esa frase tampoco va, está muy fuera de onda. Pero a vos no te viene nada bien, ¿Cómo querés que haga para estar en onda si toda la moda pasa tan rápido? Buena pregunta, pero tampoco te hagas tanto la víctima. Pensá en los artistas. Ellos sí tienen que innovarse porque la demanda descocada de novedades los absorbe en un pozo de hojas en blanco y les grita que perdieron, que perdieron si no les dan lo que ellos quieren. Esos malditos modernistas con humo en el cerebro. No piensan en los pobres artistitas que se queman la imaginación para ver qué nueva técnica inventar para satisfacerlos, y para comer algo de pan. Qué maravilla la idea del “pan”, ¿no? Como que tuvo un lugar siempre importante en la historia. Al menos en los libros de historia europea siempre aparece algún bolonqui con respecto al pan, los que lo quieren y los que se lo quitan. Sí la verdad que sí, es más, seguro que existe alguna monografía en torno a la idea, concepto, significación del “pan”. Si, hoy se escribe sobre todo, sobre lo más mínimo.
Cómo odio los mosquitos, no sirven para nada. Para lo único que están es para picarme y zumbarme en los oídos a la noche cuando muero de ganas por dormir. Unos malditos bastardos. Che, qué mal que uses el término “bastardo”, eso no me gusta, no es joda ser un bastardo. Es verdad, perdón, es la manía de ingerir insultos modernos. Igual te perdono porque podrías haber sido más grosera. Siempre una lady, siempre una lady. El decoro, infaltable. Como los caballeros victorianos del siglo XVII, unos gentlemen. Pero bien que se morían por soltarse la melena y salir de farra. Ok, con el término “farra” acabás de ganarte el primer tiempo a la persona más fuera de onda del planeta. Uh, pero está buenísima esa palabra. No hay tregua. Anticuada. Bueno basta che, yo hablo como quiero.
Ailén
miércoles, 23 de febrero de 2011
Resentida

Claramente caí en la nada. En la nada de inspiración, de energías, de creatividad y encanto. Antes me vestía de palabras, confiaba en mis letras, me regocijaba en la prolijidad de mi caligrafía. Luego me doy cuenta de que son puras patrañas y de que si sale, sale, y de que si no mala suerte amiga, nos vemos pronto. No tengo una pluma personalizada o papiros en donde hundirme. Quiero oler a libros, a variedad, ya no a un perfume de calidad. Algo perdida estoy, pero confío en la reencarnación y de que pronto volveré en tormenta, en todo aquello que siempre quise decir y no dije. Falta lectura, falta práctica, falta un cursito de palabras mágicas.
Ailén
domingo, 18 de abril de 2010
Tempus

Qué bueno que mi vida no se rige por el Carpe Diem, sino no podría seguir soñando.
Ailén
viernes, 9 de abril de 2010
Insignificante
que me pesan en las manos,
que se atoran en mi pecho,
que me aturden y devastan.
Quiero un casco transparente,
pero opaco al exterior.
Déjenme vivir, cual arándano,
pequeña y dulce, solo ser.
Ailén
domingo, 4 de abril de 2010
La femme economicus

Estoy leyendo un gran libro de economía, y no lo digo por su contenido (no tengo la agudeza y el pensamiento económico capaz de calificarlo – además de que apenas lo empiezo y dudo terminarlo – ) sino porque tiene unas casi mil páginas; por el amor de..!! Lo interesante es que estoy más que segura: pertenecía a una mujer. Pero pongo en duda realmente su procedencia étnica, pues el libro fue impreso en España aparentemente en 1993 y la biblioteca del Congreso lo consiguió en el ’96 (según una inscripción a mano alzada al final junto con el sello distintivo). Qué curioso, salía menos de $50, una ganga. Un libro de este porte hoy en día no se encuentra por menos de $200. Vuelvo a la mujer. Estoy segura de que estuvo en manos de una mujer, y una muy enérgica, al parecer por sus trazos gruesos subrayando las partes más relevantes (sin regla por supuesto, no había tiempo de femineidades). Al principio se me viene una imagen de alguien más bien hippie pues cada subtítulo de su interés está no solo subrayado sino también acompañado de una simpática flor; qué ocurrente esta muchacha. Pero luego me desilusiono y veo que no puede haber sido alguien así estudiando economía, alguien tan interesada, subrayando, completando los espacios en blanco, trazando círculos en las palabras clave, como si todo luego entrase por los ojos. Pero también pienso en mí, que no tengo nada que ver con la materia y estoy leyéndolo en este momento (bueno, en el momento anterior, antes de distraerme en esta hoja como suele pasarme bastante seguido) por obligación a un programa universitario. Y entonces.. tal vez sí era de una afeminada muchacha, distraída y estudiante como yo. Lo confirmo: el libro es un desastre, por poco y las tapas no se le divorcian; yo acabo de volcar una importante cantidad de agua en la página 33, qué descuido, qué cabeza. Ella era igual, ella era igual. O es todo un intento de consagrarme con la lectura. A quién miento, nunca lograré la catarsis, ¡denme mi libro de Coetzee!
Ailén
viernes, 2 de abril de 2010
Enfoques banales

He tenido vagas visiones, repetitivas visiones, en torno a las paradas de colectivo. ¿Resulta acaso que los personajes más extravagantes rondan siempre estas esferas?
Hay dos lugares claves, y sus respectivos participantes:
El primero, en medio de una vaga ciudad (por no decir pueblo que me suena a matas y olor a caballo) y un ambiente poco amigable para andar demostrando las riquezas de uno (en mi caso la mochila con los cuadernos y la bolsa de niñita tonta con el almuerzo esperando en un tupper). Entre las 8 y 8 y media de la mañana puede verse siempre el mismo espectáculo. Tenemos en el banquito de la parada al vendedor de pan (bastante requerido por lo cierto; he visto hasta clientes ya conocidos que pagan su hogaza desde la ventana del transporte en movimiento y siguen ruta) que suele sentarse solo con su canasta, o a lo sumo acompañado de su pequeño aparentemente interesado en el oficio paternal. Luego, la loca mendiga, loca en serio, hocicando entre los cestos por algo que comer (o que revolear). Preocupa por su falta de calzado y aquella bolsa negra de consorcio que a todas partes lleva y nadie sabe qué pueda llegar a esconder. También, señoras y señores, no faltan las mujeres mayores que esperan sin ansias el colectivo alegando tomárselo únicamente en horario, cosa de no llegar temprano a lo del patrón a trabajar. Muy ingeniosas. Por otra y última parte está aquella hermosa parejita en bicicleta: el muchacho llevando a la chica (pelirroja) supongo a su trabajo o su casa, donde la esperan aquellos que no quiere volver a recordar.
Y finalmente está aquella otra parada que cité, donde espero (tranquila y sin esperanzas) la misma línea de transporte. Pero aquí suelo ver al grupo cúlmine de los personajes; en la vereda de enfrente.
Son seis mujeres. Demasiado parecidas. La madre al frente, a veces con la más pequeña de la mano, y detrás el resto, dos mayores y dos menores, en parejitas. Demasiado parecidas. Todas de pelo negro, azabache y lacio; de caras pálidas. Comienzo a pensar que veo doble a aquellas horas, cuando lo único que quiero es al menos un clon que se encargue del trabajo pesado; o de uno que se divierta en fantasías color rosa, o que soporte el control de cinco responsabilidades a la vez, o que lleve el control de dos vidas, acompañado siempre de su complemento.
Qué miedo esas chicas. No se si quiero volver a verlas.
Ailén